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Los mercenarios ya no responden a la definición del Larousse | NEF

¿Qué pensaría Larteguy del grupo Wagner?

Buenos días,

¿Cómo están? Algunas de las cosas más ruidosas de la semana: Hay nuevo papa (León XIV), Xi Jinping se reunió con Vladimir Putin para afianzar lazos y Pakistán e India pasaron de empujones a golpes (y le costó cierta fama al Rafale). Pero me interesa compartir otras cosas.

Los cables

No Bunker: El fascismo fatalista

Naomi Klein co-publicó (junto a la cineasta y activista Astra Taylor) un artículo en The Guardian donde propone encuadrar a las nuevas derechas en lo que llaman "Fascismo del Final de los Tiempos". Los movimientos fascistas tradicionales prometían un futuro utópico detrás de alguna gran batalla, por lo que si bien contienen un elemento apocalíptico, todavía sostenían la idea de una comunidad armónica en su horizonte. En cambio, este fascismo del fin está definido por un 'supervivencialismo supremacista y monstruoso', donde nacionalismo y élites tecnológicas sostienen una versión secular de la idea bíblica de rapto, cuando los elegidos se eleven.

Estas élites no tienen la idea de un futuro mejor para todos, sino que promueven el aceleracionismo (políticas que promueven la desigualdad y se desentienden del cambio climático) mientras buscan resguardarse en enclaves seguros o fantasean con escapar al espacio. La ultraderecha está intentando transformar a las naciones más ricas en 'Estados-Fortalezas', altamente militarizadas y preocupadas por excluir y reprimir otredades, particularmente inmigrantes. Además, hacen de esto un espectáculo cruel, en sí mismo y desde lo discursivo.

Para las autoras, mientras los fascismos 'tradicionales' apuestan a un futuro tras el horizonte, el fascismo del final de los tiempos apuesta contra el futuro. Esto es particularmente notable en su estilo, que parece disparar más crisis de las que busca evitar o resolver, y evitando ofrecer una narrativa esperanzadora o de renovación. El artículo ofrece un llamado a la acción para contrarrestar esto con movimientos anclados en la esperanza, pero me interesó mucho más rescatar el análisis.

Falleció Joseph Nye

La semana pasada falleció Joseph Samuel Nye Jr. Fue un teórico de las relaciones internacionales que se desempeñó como profesor y funcionario del gobierno de los Estados Unidos en diversas ocasiones. Entre sus aportes teóricos se cuentan el concepto de interdependencia compleja (junto a Keohane): las sociedades se conectan a través de una gran variedad de canales sin una jerarquía definida, pero a más conexiones hay más posibilidades de cooperación y menos de enfrentamientos. Otro de sus greatest hits fue la idea de Soft Power, donde los países utilizan su influencia para persuadir (y no obligar) a los otros.

Estados Unidos

Dos de los Estados Unidos: por un lado un dato, uno de los problemas que enfrenta los Estados Unidos es la imposibilidad de despegarse de su avidez por tierras raras y minerales críticos, 90% de los cuales se refinan en China. Además, hay un antecedente de 2010, en donde utilizó esta suerte de posición dominante para presionar políticamente a Japón.

La otra tiene que ver con los hutíes. Para ponernos al día, los hutíes son un movimiento armado chiita en Yemen, que llevan peleando desde 2014 por el control de Yemen (con respaldo de Irán). En las últimas semanas, los EE.UU. llevaron a cabo una campaña de bombardeos a más de 1000 objetivos buscando asegurar la navegación del Mar Rojo. El 6 de mayo, tras un acuerdo mediante Omán, Trump anunció el fin de los bombardeos. A cambio, los hutíes accedieron a no atacar blancos norteamericanos (aunque no detendrán sus ataques a Israel u otros). Lo interesante es que los hutíes ven esto como una victoria porque finalmente la campaña no redujo particularmente sus capacidades o recursos y ahora pueden concentrar sus esfuerzos. A cambio, Trump se retiró de una situación que podría haber terminado en un conflicto prolongado.

Ilustración por Ayelen Lamas

Los mercenarios ya no responden a la definición del Larousse

Hace unos años, la justicia alemana arrestó a dos ex soldados que buscaban ponerse en contacto con autoridades de Arabia Saudita para financiar una expedición a Yemen. Si los financiaban, ellos reclutarían a entre 100 y 150 miembros de fuerzas de seguridad y de defensa, y tomarían un territorio dentro de Yemen para luego obligar a los rebeldes a sentarse a negociar con el gobierno internacionalmente reconocido.

Quienes estén atentos notarán que estos tipos buscaban emular a quien se reconoce precursor de las PMC modernas: Executive Outcomes (E.O.). Formada en 1989, fue heredera de concesiones que el gobierno del apartheid sudafricano realizó y unidades militares o de inteligencia que fue desarmando. Esta empresa básicamente te ofrecía tu pequeño ejército profesional (tres armas y servicio logístico y de inteligencia incluido) y —si bien estas cosas permanecen discutidas— la versión más color de rosa de la historia es: tanto en Angola como en Sierra Leona, E.O. fue instrumental en alcanzar acuerdos de paz. La presión internacional luego obligaría a esos países a terminar prematuramente los contratos y al poco tiempo de que E.O. se retirara, la inestabilidad volvería.

Luego de Irak, se vería la existencia de un negocio muy atractivo para estas compañías militares privadas (PMC), aunque quiero pensar en términos de demanda más que de oferta: ¿Por qué son necesarios los mercenarios?

En el caso de E.O., intervenían en conflictos donde su nivel de tecnificación (tenían recursos, estructuras y experiencia) era ampliamente superior al de los actores locales, pudiendo claramente inclinar la balanza. Si uno tiene dinero y tiempo y necesita un ejército competente, puede entrenarlo. Ahora, si uno solo tiene dinero, lo mejor es contratarlo.

Volviendo a Irak, el gobierno de los Estados Unidos se dio cuenta de que no era necesario ir a recibir los féretros de quienes no pertenecían a sus Fuerzas Armadas. Recurrir a PMC resultaba así positivo tanto para la moral de la nación como para la imagen del gobierno. Por otro lado, al tener menos mecanismos de seguimiento y control que las propias fuerzas armadas, ofrecían mayor velocidad de respuesta y posibilidad de desentenderse de lo ocurrido.

Viniendo más acá, de las más mencionadas este último tiempo fue el Grupo Wagner. En este caso vemos una simbiosis con Moscú, para quienes terminan actuando como una fuerza informal. Esta idea de que es un emprendimiento privado deslinda mucha de la responsabilidad estatal: Wagner operó extensamente en África, fue instrumental en Siria y definitivamente la experiencia en combate de muchas de sus tropas supo ser aprovechada durante la invasión a Ucrania.

A riesgo de reducirlo mucho, creo que hoy en día el lugar que pueden ocupar los mercenarios es el de aquellos intersticios legales que los mismos países han dejado en el armado del mundo moderno. Son una solución elegante para permitir la brutalidad que la razón moderna ha señalado con el dedo, sin nunca poder terminar de despegarse de ella.

Antes de irme no puedo dejar pasar que los alemanes del principio se decidieron a montar todo esto porque se los dijo una adivina. No quiero desilusionarlos, pero a estos templarios del siglo XXI los encontraron culpables de montar una organización terrorista. Guarda con hacerle mucho caso a las cartas.

Que tengan buena semana,
Pablo